domingo, 12 de junio de 2011

LO INVISIBLE EN LA MITOLOGÍA: Los bueyes de Gerión en el Tesoro de El Carambolo (Parte II: Modo de lucir sus joyas).

La entrada de hoy, hemos de decir que es "algo más" entretenida que otras que nos precedieron, ya que trata sobre la posibilidades en la que las piezas del Tesoro de El Carambolo fueron usadas. A este respecto hay también diversas teorías, que se iniciaron por el primer estudioso de esta obra de orfebrería, cuando se encontró en las cercanías de Sevilla (Juan de Mata Carriazo). Quien propuso un modo de llevarlas enteramente por un hombre y que resulta un tanto "exagerada". Por ello, surgieron otras muchas voces reclamando diferentes fromas de lucir o montar el tesoro; algo que en los años sesenta y setenta entretenía las tertulias y los medios de comunicación en Sevilla. Hoy, tristemente parece que en las reuniones de ocio tan solo se habla de futbol y de dinero; pero antaño, en esas épocas, había verdaderos forofos de Tartessos y cada uno tenía sus teorías. Tanto que hubo quien afirmaba que aquel tesoro -entonces, recién hallado- era "una tercera parte", y que el resto se lo había llevado el que logró huir con los dos tercios restantes (siendo originariamente más de sesenta piezas, para toda una familia real).

Recuerdo que en esos años en los que se "puso de moda" Tartessos y discutir sobre aquella cultura en las reuniones "de Sociedad", tendría yo unos nueve años (hacia 1970). En Sevilla había verdaderos forofos de aquella civilización y se hablaba de ello hasta en los bares. Tenía mi padre un gran amigo que se llamaba Juan Carlos Alonso y se dedicaba al estudio de "la ciudad perdida" por lo que a veces le llamaban a este de la radio -o de la televisión-, para que diera sus opiniones. En una ocasión, realizaron un programa precisamente sobre el tema que hoy tratamos (uso y colocación de las joyas del Tesoro de El Carambolo) donde le invitaron. Programa al que también fué llamado aquel que tenía la teoría de que las joyas eran una tercera parte de un botín y de igual manera asistió un ilustre catedrático -del que no diremos su nombre, por lo que  a continuación narramos-.

El afamado profesor fué el primero en explicar como se lucía el tesoro en época tartessia. Tras él, intervino quien afirmaba que las joyas eran solo una tercera parte de un total de mas de sesenta piezas; pero según iba relatando su teoría, el programa no podía continuar... . Pues parece ser que cada vez que aquel comentaba su teoría de los dos tercios que faltaban, el catedrático ilustre (que antes había hablado), entraba en cólera, dando bastonazos al suelo, gritando: "-¡Mentira, mentira!...-. En un momento, parece que el acaloramiento entre ambos llegó a un punto desagradable; con el ilustre profesor, bastón en ristre y amenazando a todos de que como siguieran con semejante teoría absurda, era hasta capaz de liarse a garrotazos con las cámaras. Así, hubieron de suspender la grabación del programa, por lo que Juan Carlos Alonso, no pudo exponer como creía él que era llevado el tesoro. De lo que tomamos el dibujo de su libro "Tartessos, ocaso de un día y una noche" (1) para comenzar esta entrada -tras lo que recogeremos la imagen del propio tesoro completo y luego, su explicación por Juan de Mata Carriazo-

JUNTO A ESTAS LINEAS: Dibujo de Juan Carlos Alonso mostrando cómo se colocarían las 21 piezas del Tesoro de El Carambolo. Las 16 rectangulares, serían las coronas del rey y de la reina. El collar y un brazalete para la reina; otro brazalete para el rey y los pectorales para los hijos.

Ya explicábamos -en artículos anteriores- que El Carambolo, constaba de veintiún piezas de oro de 24 kilates, fechadas entre los siglos VIII y VI a.C.. De las que dieciseis son rectangulares (de mayor a menor) y parecen a todas luces eslabones de coronas (pesando estas, en total más de un kilo y cien gramos). Hay dos grandes brazaletes de 12 x 10 centímetros, que superan el medio kilo cada uno, tanto como dos pectorales en forma de lingotes, de unos 20 centímetros y 200 gramos respectivamente. Finalmente, contiene un collar con un peso de unos 250 gramos, que consiste en una cadenita de unos 30 centimetros, de la que cuelgan siete sellos distribuidos con cadenas de 4 centímetros (faltando uno, al haberse roto una de aquellas) (2). Pero para conocerlo bien veámoslo de nuevo, tal como lo expuso el Museo Arqueológico de Sevilla en su exposición inagurada el 2 de octubre de 2009, con motivo del cincuenta aniversario de su hallazgo:


BAJO ESTAS LINEAS: El tesoro, expuesto en el Museo Arqueológico de Sevilla al cumplirse cincuenta años desde que fuera encontrado casualmente en el cerro llamado Carambolo (en la subida de Castilleja de la Cuesta, municipio de Camas; a unos pocos kilómetros del museo). Observemos las veintiún piezas de las que ahora veremos el uso que cada autor cree que tuvieron. 


 
De tal manera y como decíamos, fué Juan de Mata Carriazo el primero que lo estudia cuando el tesoro se encontró en el cerro del Carambolo, al igual que este profesor sería el primero en lanzar una hipótesis sobre cómo hubieron de lucir el tesoro, los reyes de Tartessos. Algo que publicaría en 1973 (3) y que fué pintado por Miguel Sanchez; por lo que no atreviéndonos a tomar la imagen del cuadro que reproduce a Arganthonio con las joyas (ya que se trata de una obra privada), nos hemos decidido a pintar nosotros mismos el modo en que ese profesor asegura eran llevadas. En este dibujo de abajo (y en la foto del museo), veremos que los eslabones pequeños los pone sobre la cabeza del monarca y los grandes, en el cinturón. Los dos brazaletes a cada lado y el collar colgando del cuello, para completar todo con los dos pectorales en cada pecho.

Evidentemente, será muy difícil saber nunca exactamente como fueron llevadas estas joyas, aunque nos cuesta mucho creer que pudieran lucirse en la forma que el profesor Carriazo afirma (aunque solo fuera por un problema de cervicales...). El peso total del tesoro es de más de tres kilos, a lo que habría qu sumarsele los cueros de ajuste; puesto que para montar las coronas, cinturones, e incluso los brazaletes. Todo ello ha de rodearse de cuero bien engarzado, para que no baile ni se caiga (ya que al primer golpe el oro de 24 kiliates se destrozaría). Por ello, y al ver el aspecto que podría lucir una sola persona portando tantas joyas, se nos hace más que difícil admitir que aquello pueda ser el modo exacto en que se llevaban las veintiún piezas. Por lo demás, sobre las que sitúa en el cinturón, es casi imposible que aquellas pudieran soportar siquiera el momento en que el monarca se sentara; puesto que con la presión ejercida sobre ellas -simplemente al levantarse o al doblar el torso- se partirían las piezas.
JUNTO A ESTAS LINEAS: La teoría de Juan de Mata Carriazo, tal como se presentó en la exposición del Museo Arqueológico de octubre de 2009 a enero de 2010. En la que vemos como cuelgan los dos pectorales de los hombros, mientras en el centro luce el collar y en los brazos los brazaletes; llevando corona y cinturón hecha con los dieciseis eslabones o dados de oro...

JUNTO A ESTAS LINEAS: Dibujo nuestro de esta hipótesis en el que se vé la dificultad para "cargar con tanta joya".

Otra teoría mucho más moderna y que también se presentó en la exposición del cincuenta aniversario de El Carambolo; es la que afirmsa que las joyas eran para colocarse sobre toros sagrados. Varios arqueólogos la defienden (4), afirmando que los pectorales se situarían sobre las frentes de los bóvidos, mientras las piezas de oro rectangulares se coserían en bandas, y serían colgadas de los lomos del buey sagrado. Por último, un sacerdote llevaría el collar y los brazaletes.
JUNTO A ESTAS LINEAS: Recogemos la imagen de como se presentó esta teoría en la mencionada exposición del Museo Arqueológico de Sevilla.

JUNTO A ESTAS LINEAS: Hemos pintado de nuestra mano y para que se pueda ver mejor, cómo se llevaban los pectorales y eslabones en los toros; al igual que el sacerdote luciendo brazaletes y collar.   

La teoría anterior, se nos hace aún mas difícil de admitir, por dos motivos fundamentales: El primero, porque el precio en que podemos calcular el valor de tres kilos de oro (así trabajados) en la época de Tartessos, es multiplicable por cien o doscientas veces a lo que hoy costaría. De lo que si su precio en oro y trabajo hoy rondaría en más de los 60.000 euros, antaño habría que suponerlo entre unos seis y doce millones de euros. Por lo que nos parece casi imposible que se encargara un tesoro de este tipo al orfebre más importante del Mediterraneo, para que luego lo lucieran unos toros. Por lo demás, en la testuz de un bovino, aquellas piezas podrían permanecer enteras e intactas menos de lo que le duró al albañil que las encontró en 1958 (quien dobló una de ellas con una mano, como si fuera una chocolatina; para comprobar si eran en verdad de oro). De ello, si como supone esta tesis, ponemos sobre la frente de dos bueyes los dos pectorales; al primer movimiento o golpe del bovino (algo que realizan normalmente para rascarse), quedarían destrozados. No digamos ya, como resultarían las piezas colgadas del lomo, con los golpes de rabo que de continuo se dan los cuadrúpedos sobre esta zona -para apartarse moscas o librarse de picores-. Por todo ello, no creemos que pueda ser esta la forma más normal de presentar un tesoro de esa categoría (algo que quizás no lo discutiríamos si las piezas fueran de bronce).

Por último, vamos a presentar la forma en la que nosotros creemos que se llevaba este tesoro. En primer lugar, tal como piensa Juan de Mata Carriazo, creemos que los brazaletes eran llevados por el rey y las ocho de las piezas rectangulares, formaban su corona. Por otro lado, tal y como Juan Carlos Alonso incluye; parece lógico pensar que las otras ocho piezas rectangulares fueran de la corona de la reina; aunque nosotros añadiríamos que pudieran ser también de un príncipe heredero. Así lo incluimos en el dibujo de abajo, donde aparece un rey y su reina -o su heredero- llevando ambos esas dieciseis piezas, montadas en coronas.

Por su parte, vemos que el rey -marcado con (A)-, luce los brazaletes, mientras la reina  -o el prícipe, marcado con (B)-, llevaría el collar. Finalmente, sobre el pectoral, hace ya más de veinte años traté y hablé mucho de ello con mi hermano (Mario); concluyendo que, seguramente, era una pieza de engarze o broche en el pecho. Una especie de fíbula central que trabajase con hilos -o cuerdas- sobre las que se sujetaría el peplo, o la túnica. Así, tal y como hemos dibujado abajo, por los "canutillos" del pectoral entrarían hilos o cuerdas, que tirarían y sujeratían la túnica, o el manto real. Algo que se comprende en los cinco personajes representados en la parte más inferior de nuestro dibujo (marcados como c,d, e). En los que observamos ya a los monacas vestidos con traje talar; con brazaletes, corona y pectoral el rey y con corona, collar y pectoral la reina (o el príncipe). Pudiendo apreciarse como la fíbula con forma de lingote en el pecho actua de broche que cierra y sujeta el peplo o el manto.


BAJO ESTAS LINEAS: Dibujo del uso y función de las joyas de El Carambolo según nuestra teoría: Las 16 piezas rectangulares para componer la corona del rey y la reina (o el príncipe). Los pectorales a manera de fíbulas en el pecho y sujetando el manto. El collar en la reina (o el príncipe) y los brazaletes en el rey. Observemos en los dibujos pequeños como quedarían unos monarcas con manto y peplo, vestidos con las joyas y llevando el pectoral en forma de Keftiu como fíbula en el pecho.

Dos últimos problemas aún sin resolver existirían en la teoría que hemos expuesto. Estos son: El de un pequeño tirador, o colgador que hay en uno de los pectorales; tanto como el hecho de que el collar tenga una cadenita de tan solo de treinta centímetros. Ello es un problema, pues si observamos con detenimiento el collar, veremos que se ajusta con un cierre de broche, lo que indica que carece de alargador alguno. Por lo que se nos hace difícil pensar que pueda ser para prender en el cuello, ya que apenas existen tallas de treinta centímetros (ni siquiera entre las mujeres). Es decir, que si pensamos que aquel collar iría puesto alrededor de una garganta, al menos tendría que tener unos treinta y cinco centímetros para poder abrocharse en la de una mujer y unos cuarenta, para rodear la de un hombre... Todo ello, nos ha hecho pensar que quizás no fuera sostenido en esta parte del cuerpo y que posiblemente colgara de la pieza en forma de asidero que tiene uno de los pectorales. Así, pintamos el pectoral con su brochecito tanto como la posibilidad de que de allí fuera sostenido el collar con los siete sellos. Una hipótesis normal, pues realmente si se lucieran de ese modo, se podrían usar en ceremonias perfectamente, para sellar (sobre cera o barro).
JUNTO A ESTAS LINEAS: Didujo en el que se supone que uno de los pectorales sirve para colgar de su asa el collar. Ello posibilitaría llevarlo y sellar con los escudos de oro en ceremonias. Por lo demás la corta longitud de la cadena de este (treinta centímetros) hace imposible pensar que pueda pender del cuello de una mujer, ni menos en el de un hombre.
Citas a pié de página:
(1) Tartessos, ocaso de un día y una noche; Juan Carlos Alonso. Madrid 1980. Edita A.I.; pag. 130.

(2) Pesos y medidas dadas por Juan de Mata Carriazo en su libro "El Carambolo" pags. 54 y ss. (editado por la Universidad de Sevilla; 1978)

(3) TARTESSOS Y EL CARAMBOLO; Juan de Mata Carriazo. Patronato de Museos. Madrid, 1973. Página 81.

(4) Entre ellos, principalmente Fernando Amores y Jose Luis Escacena, quienes en su estudio intitulado: "De toros y tesoros. Simbología y función de las joyas de El Carambolo" (editado en el Congreso internacional Fiestas de Toros y Sociedad, Sevilla 2003), defienden esta tesis, por la que los pectorales y las piezas rectangulares serían llevadas en una banda por los toros, tanto como los pectorales sobre sus frentes. los brazaletes y el collar sería portado por un sacerdote del templo donde se oficiaría la ceremonia con los bueyes.


-Desde el pasado terremoto de Japón, dedicaremos en cada entrada de nuestro blog un recuerdo a los damnificados de este trágico suceso; tanto como a los que hace muy poco, se han visto azotados por un seismo en Lorca. Solicitando ayuda para ellos. Hay múltiples formas de colaborar con la Cruz Roja o UNICEF, para enviar ayuda a los damnificados por terremotos.  Del mismo modo, recuerden que una de las mejores maneras de ayudar a las zonas dañadas por catástrofes naturales, es consumir y potenciar sus productos (en especial la maquinaria y tecnología japonesa, que es inmejorable). Muchas gracias a quienes así lo hagan.-




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